martes, 1 de abril de 2008

Quito.

Soy Enrique

Creo que aún cuando todos esperábamos en algún punto del viaje toparnos con algo bizarro, exótico y que fuera más allá de nuestro entendimiento, definitivamente no lo encontraremos. Aunque hemos visitado apenas tres ciudades, no siento mayor diferencia a estar en Mérida o Ensenada. Cada ciudad tiene una personalidad muy fuerte, que a veces es difícil de distinguir en cuatro días, pero ahí está. Justo con esto quiero decir que estamos bastante más cerca de lo que pensábamos, la gente de acá tiene los mismos problemas, ve la misma tele, consume prácticamente los mismos productos, se ríe de lo mismo.

También me he dado cuenta que es un reto gigante el analizar y hacerte una idea de un lugar en tan poco tiempo, ya que de pronto un evento aislado puede llevarnos a pensar que en esa ciudad (o incluso en ese país) las cosas son así, cuando son en realidad cosas que pasan una sola vez. Prometo hacer lo posible porque no me suceda.

La sociedad Quiteña ha sido desde siempre, una sociedad aguerrida, fue la primera ciudad en América que pensó en autogobernarse cuando los franceses sometieron a España, allá en 1808. Esto, desde luego, les acarreó el descontento y la apatía de los territorios vecinos que incluso los llegaron a atacar. Tal vez por esta razón, la consecución de dicha independencia se postergó hasta 1822. En épocas recientes la población de Ecuador se ha caracterizado por unirse cuando es necesario, incluso para tumbar a los presidentes que no les parecen, han llegado al punto en que hoy, con Correa en el poder, se habla de que el índice de aceptación es superior al 90% por lo que prácticamente no hay oposición. De cualquier forma no es una sociedad que viva politizada como en Venezuela, y en realidad me gusta esta idea: están muy al tanto de los que manejan el gobierno; pero a fin de cuentas los deja gobernar y se une sólo en el momento necesario. Una sociedad de más acción que bla bla bla.

El acento de las personas es casi imperceptible, no sé si sea porque es cercano al nuestro o porque es demasiado neutro para notarse la diferencia, no sé si exista tal, pero eso ayuda mucho a sentirse más en casa. También hemos notado que hay mayor cantidad de turistas aquí de los que hubo en los países anteriores, y eso se siente raro, porque finalmente nos hace vernos reflejados en cierto espejo de que estamos sólo en tránsito. Esperemos que terminando la Semana Santa todo vuelva a la normalidad y podamos pretender que sólo somos una persona más caminando en la calle de una ciudad Latinoamericana.

Saludos muchos por allá. Aprecio sobremanera sus comentarios y espero con lo demás que escriba poder ahondar en lo que me dicen y tener más preguntas para cuando regresemos.

Aquí hay unas fotos un poco azarosas que tomé por acá.





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