jueves, 13 de marzo de 2008

Bogotá

12 de marzo del 08
8:55 PM

Soy Enrique

Ahora sí hemos estado bastante ocupados, dando vueltas por la ciudad, conociendo gente, intentando descubrir qué tiene Bogotá que a todos nos ha encantado por igual. No sé si sea la Chocolatina Jet, o su refresco ultra dulce denominado Colombiana cuya botella no he logrado ver, o el aguardiente, o la tremenda amabilidad de la gente. Aquí cuando dices gracias, la gente responde: “Con mucho gusto”. Me parece increíble que esa frase -que ellos seguramente la aprendieron hace años y no se ponen a pensar en qué significa- encierre de manera tan clara, sencilla y directa la forma de ser de alguien.

Aquí me cuesta trabajo reconocerme fuera de mi país. Salvo por el acento, la gente es prácticamente igual, se comporta prácticamente igual, son igual de penosos, de simpáticos, de amables y de desconfiados al principio, pero no tardan en agarrar confianza.

Para nuestra actividad, Ariette y yo decidimos basarnos en la Declaración de Independencia de por acá para preguntar a la gente: ¿qué te hace feliz? La idea era dejar que ellos escribieran o dibujaran qué los hace felices y depositar esos pensamientos en un florero (El florero es el símbolo Colombiano del inicio de la lucha por la Independencia). Lo que hicimos fue usar una imagen del florero verdadero dentro de un florero comprado por nosotros y según nosotros ellos iban a hacer la conexión en automático y pues… no. El símbolo del florero no les dice mucho en realidad, y eso lejos de decepcionarme o ponerme a pensar sobre el estado de la educación pública de Colombia, me dio un poco a pensar.

La idea de los símbolos patrios forma parte de la formación de nacionalidad e identificación entre la gente de un país, esto es importante en las primeras etapas de una nación porque hace 200 años, quizá no había mucho que diferenciara a Venezuela de Colombia y Ecuador. De ahí la importancia de tener un himno, una bandera, un set de héroes y un set de símbolos (en este caso el florero, en el nuestro el estandarte de la Virgen de Guadalupe). El hecho de que hoy no haya mayor conocimiento de los símbolos, ni aquí ni en México, me pone a pensar en que quizá la nacionalidad está ya enraizada en elementos más populares como podrían ser la música, la comida, una manera de ser, una historia deformada, leyendas. Esto, a fin de cuentas, es algo que la gente ha tomado como elementos de autoidentificación y han surgido de manera un tanto más orgánica que el hecho de una bandera o una anécdota histórica.

No sé qué piensen al respecto, espero escribir más sobre esto en días venideros y espero comentarios porque, si un blog no se lee, ¿existe? Sí, estuvo muy sangroncete, perdón. Saludos a todos por allá.




lunes, 10 de marzo de 2008

Caracas



Viernes 7 de marzo, 2008.
11:45 P.M.

Siempre es extraño llegar a un país nuevo, luego luego buscas confrontar la imagen mental que te habías creado con lo que estás viendo enfrente. Hay muchas cosas que confirmas y afortunadamente, muchas más que te sorprenden. Primero que nada, creo que Caracas es bastante más alto de lo que pensaba. Hay muchísimos edificios donde vive la gente, al parecer construidos en las décadas de 1960 y 70, según Manuel, con el dinero surgido de la fiebre petrolera de aquél entonces. Esto también significa que es una ciudad cuya principal característica es estar anclada en el presente, aunque los edificios estén un poco descuidados. Otra cosa, quizá más grande y que me gustó muchísimo, es el hecho de que prácticamente no hay espectaculares ni la invasión tremenda que hay de los anuncios en otras ciudades, sobre todo en el D.F. Esto hace que uno se pueda concentrar en admirar el paisaje y la arquitectura sin mayor distracción, claro que sí hay McDonald´s y montones de comercios por todos lados pero no sé, están ahí para uno, no uno para ellos.

La gente está bastante al pendiente de todo. Tienen los ojos muy abiertos y parecen querer saber cosas sobre ti, a la más mínima provocación te platican sobre ellos y tres de cada cuatro preguntan si eres de derecha o izquierda, de esos, la mitad no te creen lo que les dices aunque no por eso te tratan peor. La política está en todos lados y sobre todo hoy, debido a la cumbre en Santo Domingo, la gente se detenía en cuanto lugar había televisión para poder ver en qué terminaba el asunto entre Venezuela, Colombia y Ecuador. Pocas veces en mi vida había sentido estar en un momento y en un lugar en el que se estuviera escribiendo la historia y aunque evidentemente no estuve en Santo Domingo, el hecho de ver cómo los venezolanos seguían con tremendo fervor la transmisión (con toda, todita, toda razón) me hizo sentir en un estado de alerta, de ver cómo el mundo cambia y cómo de pronto parece que sí nos podemos poner de acuerdo.

Afortunadamente, los venezolanos tienen un sentido del humor increíble, así que mientras comíamos y veíamos en la tele la Cumbre de Santo Domingo, al ver la tremenda sonrisa de Chávez al saludar a Uribe, se escuchaba desde el piso inferior del restaurante un grito con innegable acento venezolano: ¡Viva Uribe! ¡Viva Uribe! Y la gente reía, estaban tranquilos, creo yo, y era una manera de desahogarse. También disfruté que a pesar de la polarización social, la gente puede aceptar esa clase de bromas y tomarlas por lo que son y siempre lo han sido, una forma de humanizar a los políticos para poder de alguna manera entender sus motivaciones y sus actos.

lunes, 3 de marzo de 2008

Cineasta: Enrique Vázquez


Soy Enrique. Hago películas y gracias a eso estoy en la Expedición. También gracias a eso he tenido la oportunidad de conocer a algunas personas increíbles y estar en lugares donde jamás imaginé. Tengo 23 años y no entiendo porqué los mayores se ríen cuando digo que siento que la juventud se me va cada vez más rápido. He dirigido algunos cortos y trabajado en varios más. Voy al cine siempre que puedo, no soporto ver películas comenzadas y admiro a Roy Andersson, Wes Anderson, Kaurismaki, Kusturica y a Groucho Marx.

El resto del tiempo escucho música, mucha música, (mi top 3 de la temporada es dan deacon, bowie y los tigres del norte) también toco aunque no tanto ni tan chido. Me gusta buscar la ironía siempre y quería que este párrafo fuera gracioso pero no se me ocurre nada así– que desafortunadamente no lo será. Me prende bastante este viaje y espero que sea tan provechoso como lo imagino y sobre todo, que nuestros resultados hagan que haya valido la pena la chinguita de todos.